Últimamente... en Perú
Esta semana hagamos un recreo del viaje, así les muestro un poco mi vida en Perú, mi segundo hogar, el que elegí y me eligió después de tanto andar.

Muchos de ustedes ya saben, después del viaje decidí quedarme a vivir en Perú.
Digo que lo elegí y me eligió, porque además de yo decidir volver acá, Perú me recibió con los brazos abiertísimos.
Éste es un país enorme y hermoso, con variedad de paisajes, acentos y culturas, lleno de personas interesantes, de historias y de tradiciones. También es un lugar al que llegan muchos otros extranjeros como yo, viajando, soñando, curioseando, aprendiendo y enseñando. Entre personas de acá, de allá y de todos lados, encontré amigos, me sentí parte de grupos; he encontrado gente con la que reír, cantar, bailar, cocinar, comer, trabajar, reunirnos en ceremonia, hacer ofrendas y salir de caminata. La mayoría de la gente me ha hecho sentir siempre bienvenida, querida y valorada. Las diferencias suelen ser tomadas como un valor especial, temas de conversación y de encuentro. Todos tienen curiosidad por entender cómo son los demás países, qué costumbres tenemos, cómo son nuestros ríos y nuestras playas. Y aunque muchas personas se quejan cada vez que tienen que hacer trámites, y es cierto que los procesos burocráticos suelen ser engorrosos, yo no tengo más que agradecimiento para todas las personas con las que me topé todos estos años en Migraciones. Cuando entré por tierra la primera vez, cuando llegué al aeropuerto la segunda, cuando pedí una extensión de mi visa de turista, cuando comencé con los trámites de residencia, cuando los terminé: siempre me hicieron sentir bienvenida, acompañada y protegida. Tengo muchas anécdotas lindas con funcionarios y me emociona recordarlas. Este país me abrazó y me sigue abrazando, en las diferentes etapas y distintas partes de estas tierras que he habitado y recorrido.

Nuestra vida en Perú también ha cambiado mucho, nos hemos mudado un par de veces, y desde octubre vivimos (mi esposo, nuestra gatita y yo) en el Valle Sagrado de los Incas, en Cusco. Antes de esto habíamos estado por años a 1.500 kilómetros de acá, en un valle conocido como el Callejón de Huaylas, enmarcado al oeste por la Cordillera Negra y al este por la Cordillera Blanca, con la montaña más alta del país, el Nevado Huascarán coronándola, y recorrido de sur a norte por el Río Santa. Su ciudad más conocida es la capital del departamento de Áncash, Huaraz.

Tengo planeado hacer estos “recreos” para poder descansar un poquito de las memorias del viaje, contarles más sobre Perú, compartir lo que está pasando ahora, mostrarles fotos de los eventos que van sucediendo, las cosas que veo por la calle o en las muchas fiestas que se celebran, la mayoría dentro del calendario festivo católico, pero que coinciden (o no…) con celebraciones agrícolas, astronómicas y de reverencia a la naturaleza. En este primer “Últimamente”, más que contarles lo que he hecho estas últimas semanas, tenía que hacer esta introducción y mostrarles un poquito de ambos lugares.
Los pasados meses han sido de mucha comparación, del duelo de dejar un lugar conocido donde quedaron amigos, paisajes, comidas, música y hasta un idioma, para llegar a otro lugar a tener que conocer gente nueva, aprender otro quechua, descubrir músicas, aprender nombres de nuevas lagunas y reconocer paisajes. Han sido meses de aprendizaje, de adaptación, de sorpresa también. Acá el sol se va antes y sale después, hace más frío, se baila diferente (y se baila mucho menos), la gente es distinta. Hay sitios Inka por donde camines, muchos turistas, gente de todas partes, se toma más chicha.
Los dos lugares tienen mucho en común, pero muchísimas diferencias. Constantemente me encuentro pensando que podrían ser países distintos. Ambos están en la sierra, o sea, en la parte andina del país, pero algunas diferencias de clima, de etnicidad y creo que, sobre todo, en los procesos históricos, desde la época pre-incaica hasta acá, han hecho que las culturas sean suficientemente diferentes, incluso si para el ojo foráneo todo es muy similar.
La Cordillera Blanca tiene una naturaleza aún salvaje, montañas altísimas, glaciares impresionantes, lagunas en todos los tonos imaginables entre el verde y el azul, caminos rocosos y difíciles de andar, el huayno zapateado más divertido del universo y los funerales más alegres que vi en mi vida. Tiene misterios olvidados que en el caminar por allí intentamos recordar. Historias de ovnis entrando en las montañas, muchas vacas y caballos destrozando los bofedales y zorros y venados escondidos en bosques de quenuales.

Cusco tiene misterios de piedras muy ancestrales, gente con caras serias y ponchos coloridos, llamas y vicuñas que corren por la puna, magia muy antigua en cada pared milenaria. Tiene la selva muy cerca y las tradiciones muy vivas. El amor por su historia está presente en cada zampoña, en cada bombo, en cada danza de los cientos que se pueden conocer en cada fiesta. Tiene tejidos impresionantes y personas que nunca olvidaron sus costumbres, tiene orgullo de capital de imperio y gente que lleva la marca de haber tenido que aguantar innumerables atrevimientos de parte de gente que llegó hambrienta de oro y enferma de codicia.

La zona de la Cordillera Blanca fue la cuna de la Cultura Chavín, la que comenzó a utilizar el sagrado cactus San Pedro como un vehículo entre el cielo, la tierra y el profundo interior. Un espacio muy sagrado de peregrinación al cual llegaban personas de todo el continente. Cusco, bueno, no tengo ni que presentarlo. Fue el centro del Imperio Inka, el Tawantinsuyo, y muchos creemos que cientos de años antes de eso ya había sido un importante sitio para otras civilizaciones, donde también se celebraron por centenios grandes ceremonias para honrar a la Tierra, al Agua, al Aire y al Fuego.
En los dos lugares se homenajea a los ancestros, a las montañas, a las plantas, a los ríos. Eso también se hace en Uruguay, se hace en Argentina, en Bolivia, en Ecuador y en Colombia, claro. Pero acá, a estos dos sitios, llegan personas de todo el mundo buscando ese amor, esa reverencia. Especialmente al Valle Sagrado, que con ese nombre logró capitalizar la búsqueda espiritual de muchas personas de los países occidentales que quieren saber qué hacer con sus vidas, conocerse más, limpiar sus auras, entender sus historias, encontrar una brújula.
Estos son los lugares a los que la vida me trajo. Mi segundo hogar. ¡Bienvenidos a esta otra sección de El Mismo Cielo! Espero que también les guste :)
La manera en que explicas los lugares resalta su misticismo. Muy bueno. Dan ganas de montarse en un avión y arrancar a explorar esos lugares.
Magnifica idea la de alternar el relato del viaje que comenzó en 2015 con “recreos” de “últimamente”! Porque podes contarnos lo que vas viviendo en presente y le das un descansito a la memoria 😉
Sino sería siempre un relato de lo que viviste y nunca de lo que vivis.
Muy bien 👌y que viva 🙌 la vida 🙏🥰